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Hace tres años el puerto de Santa Cruz se tragó un camión. Tras un «lavado de cara» (el problema había coincidido con la temporada de verano y nadie estaba para más) y un paseo del llamado «georradar» (que tiene un nombrecito muy de los 80) se detectaron más «hoquedades» sin que nadie supiera muy bien qué pasaría con ellas. Una ha hecho acto de presencia. No sabemos si es «de las detectadas» o no, pero eso no importa (aunque si no es «de las detectadas» sí sea para alarmarse…) lo que está claro es que vino para quedarse. Con la marea entrando y saliendo por el interior de la estructura, nada bueno puede pasar. Además, las piedras sobre el hueco están ahí… como pegadas con superglue… Ya no tenemos claro qué es lo que se va a caer primero si el muelle o el talud… pero está claro que esto no puede continuar así. El Concello de Oleiros urge a Portos de Galicia (la infraestructura como tal, aunque resulte «chocante» a más de uno, pertenece a este entramado de Infraestructuras) y Portos ha colocado unas vallitas. Suponemos que si se viene abajo el muelle colocará más… pero esto no se resuelve con vallitas; ni, posiblemente, con «Portos de Galicia». Hace falta un proyecto de viabilidad para esa infraestructura a varios años vista. Y si esa viabilidad viene de tierra (y no del mar) lo lógico es que la zona esté en manos del Concello de Oleiros; y que éste cuente con capacidad técnica y financiera para ejecutar las reformas necesarias y garantizar el mantenimiento con el que responder a esa demanda. Poca gente recuerda ya la época en la que el beneficio económico (y social, laboral…) del Muelle de Santa Cruz llegaba por mar. La mayoría no recordamos en ese puerto otra actividad que no sea el paseo, el descanso o el baño. En ese sentido, sería lógico proponer que el muelle fuese parte del paseo… independientemente de que después, si la Xunta ve que hay necesidad de que haya un puerto de mar en esta zona… pues lo haga. Así, a lo mejor se podrían organizar visitas guiadas a las «hoquedades del georradar». Lo que toca ahora es paralizar la obra del talud. Las máquinas no pueden pasar por ahí. Desde ese punto de vista casi ha sido «una suerte» que haya pasado así… sin que se matara nadie.

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